Un siglo después de la Masacre de Napalpí, el Museo Nacional de Bellas Artes de Chile abre sus puertas a una exposición que busca rescatar del olvido una de las páginas más trágicas de la historia argentina. Bajo el título “Yo empecé a pintar cuando mi abuelita empezó a perder la memoria” , la muestra se despliega como un testimonio visual de la resistencia y la memoria del pueblo Qom en el vecino país.
Fiorella Anahí Gómez, artista de la Nación Qom, comparte su obra junto a Camila Barcellone y Paola Ferraris en un proceso curatorial impulsado por Kekena Corvalán. A través del dibujo y la pintura, la exposición reconstruye los relatos de quienes fueron silenciados en 1924. Las piezas, atravesadas por el dolor y la resiliencia, invitan a reflexionar sobre la violencia histórica sufrida por los pueblos indígenas de la región.

La historia de Gómez está ligada a la memoria de su abuela Matilde, sobreviviente de la masacre. A medida que la anciana comenzaba a olvidar, la artista emprendió un viaje hacia el pasado, plasmando en sus obras las voces y luchas de su comunidad. Este proceso artístico no solo dio forma a su identidad, sino que también permitió la recuperación de la lengua originaria y el fortalecimiento de su herencia cultural.
El contexto de la masacre remite a una Argentina donde los pueblos indígenas eran sometidos a condiciones de explotación y discriminación. En 1924, cientos de trabajadores Qom, Mocoit y Vilela se organizaron en huelgas pacíficas, exigiendo el pago en dinero por su trabajo. La respuesta del Estado fue brutal: fuerzas de seguridad cercaron a los manifestantes y desataron una masacre que cobró la vida de aproximadamente 500 personas. Entre los horrores de aquel día, se registró el uso de un avión militar argentino para hostigar a las víctimas desde el aire.

El silencio oficial sobre estos hechos perduró durante décadas. Sin embargo, en mayo de 2022, un juicio histórico reconoció la masacre como un crimen de lesa humanidad. En ese marco, la exposición del Museo Nacional de Bellas Artes de Chile cobra un valor inestimable, pues amplifica las voces de aquellos que durante generaciones fueron silenciados.
Además de su valor testimonial, la muestra forma parte de una línea programática del museo que reivindica los Derechos Humanos y promueve el ejercicio de la memoria colectiva. La historia de Napalpí, tantas veces omitida, resurge aquí a través del arte, interpelando a quienes transitan sus salas y generando un espacio de reflexión sobre el pasado y el presente de los pueblos originarios en América Latina.

Desde la pintura y el compromiso, la obra de Gómez y sus compañeras trasciende el marco de una exhibición artística. Se erige como un acto de justicia simbólica, un puente entre el ayer y el hoy que impide que la historia de Napalpí se diluya en el olvido.
Fuente: Datachaco