La mesa argentina está servida: 6 de cada 10 niños y niñas presentan una alimentación poco diversa y de baja calidad nutricional. Consumen solo el 20% de las cantidades recomendadas de frutas y verduras, lo que se acentúa porque 8 de cada 10 chicos rechaza la incorporación de sabores nuevos. El 70% de la población infantil no cubre la ingesta diaria recomendada de calcio y el 90%, la de vitamina D.
En este menú de problemas, ¿qué atender primero? ¿Con qué estrategias papás y mamás pueden ordenar las ingestas de cada integrante de la familia para caminar juntos hacia dietas más nutritivas y saludables?


Para descubrirlo, consultamos a especialistas en nutrición que nos dieron sus consejos con miras a lograr cambios de hábitos sostenibles, incluso cuando hay poco tiempo y no sobran los recursos.
Qué ofrece nuestra lista de ingredientes
De entrada, a primer golpe de vista notamos que la carta se presenta complicada. “En comparación con algunos países donde se han implementado políticas públicas más firmes en alimentación saludable, en Argentina todavía tenemos mucho por trabajar. Las claves son la educación alimentaria nutricional y el acceso de los alimentos de mejor calidad a precios posibles”, advierte Alberto Arribas, Licenciado en Nutrición, especializado en el segmento materno-infantil y Presidente de la Asociación Civil Supersaludable.

“Por un lado, vemos un consumo creciente de alimentos de baja calidad nutricional, altos en azúcares, grasas saturadas y sal, y por otro, una baja ingesta de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y lácteos como yogures y leche”, dice Arribas, integrante de la organización PROFENI (Profesionales Expertos en Nutrición Infantil).
Desde esa entidad, la doctora Noelia Rodrigues Cambao (médica especialista en medicina familiar y Psiquiatría, Municipio de La Matanza) le pone una cifra a esta inquietud y enciende otra luz de alarma.
“En Argentina, 6 de cada 10 niños tienen una alimentación poca diversa. Esto quiere decir que las calorías que consumen diariamente provienen de algunos pocos alimentos, de una alimentación monótona. En consecuencia, nos encontramos con muchos problemas de salud: déficit de micronutrientes, como calcio, hierro, vitamina D, vitamina C, entre otros, y exceso de nutrientes críticos, como azúcares, grasas y sodio. Actualmente no solo estamos atravesando una epidemia de sobrepeso y obesidad, sino que además se observa desnutrición oculta asociada”, sostiene Rodrigues Cambao.
La médica se basa en el estudio publicado en 2024 por el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA), elaborado a partir de los resultados de la 2° Encuesta de nutrición y salud realizada por el Ministerio de Salud de la Nación.
No es solo un problema relacionado con la pobreza. “Los argentinos no tenemos buenos hábitos alimentarios, lo que se refleja en el estado nutricional de la población independientemente del grupo etario y el nivel socioeconómico”. Es un tema de bolsillo, sí, pero sobre todo de costumbres.
Entre los 4 y 12 años, los niños y niñas requieren una ingesta adecuada de nutrientes esenciales, indispensables para un adecuado crecimiento porque fortalecen el sistema óseo, favorecen el desarrollo muscular y apoyan sus funciones cognitivas.
El calcio, detallan desde PROFENI, es imprescindible para la formación de huesos y dientes pero, en promedio, casi el 70% de la población infantil no cubre la ingesta diaria recomendada de este mineral, lo que puede impactar negativamente en el desarrollo óseo y dental, así como en la salud en general: como consecuencia podría presentarse retraso en el crecimiento, baja talla para la edad, raquitismo, fatiga y debilidad muscular, y, a futuro, osteoporosis.

“La leche, el yogur y el queso son las principales fuentes de calcio. Los lácteos fermentados, como el yogur, aportan microorganismos beneficiosos, además de calcio, vitamina D y proteínas completas. Gracias a la fermentación, además, favorecen la salud de la microbiota intestinal. También aportan calcio algunos pescados, y determinados vegetales de hojas verdes como espinaca y brócoli, frutos secos y semillas, como almendras y chía”, explicó la Lic. María Soledad Cabreriso, especialista en Nutrición Maternoinfantil y Magister en Ciencia y Tecnología de los Alimentos.
De estas palabras se desprenden varios conceptos. Uno de ellos es el rol de la microbiota, ese conjunto de microorganismos que habita nuestro intestino y que interactúa con todo el cuerpo. “Una alimentación adecuada durante los primeros 1000 días de vida es crucial para el correcto desarrollo de la microbiota intestinal. Comer bien durante la infancia no solo ayudará al crecimiento, desarrollo físico e intelectual, sino también es indispensable para la prevención de enfermedades crónicas a futuro”, resalta Elena Pastor Manfredi, Directora de Nutrición de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP).
“En comparación con otros países, Argentina enfrenta una situación de nutrición infantil bastante compleja, donde la malnutrición por exceso (sobrepeso y obesidad) es más prevalente que la desnutrición. El alto consumo de productos ultraprocesados, el bajo consumo de fibra y la falta de acceso a una alimentación saludable son factores fuertes que contribuyen a esta situación alarmante de salud pública”, sostiene la experta.
Las papitas y los cumpleañitos
“La Argentina es uno de los países con las tasas de exceso de peso (sobrepeso y obesidad) en la población pediátrica más elevada de la región: 6 de cada 10 niños y niñas se ven afectados. Es un tema de educación, tanto familiar como escolar porque tanto la ingesta de azúcares como de alimentos ultra procesados con excesos de grasa está presente en cantidades muy elevadas en el día a día, cuando deberían ser solamente para ocasiones determinadas”, alerta Mariana Raspini, Licenciada en Nutrición (UBA) y especialista en pediatría.
En la vereda opuesta a los ultraprocesados, las proteínas desempeñan un rol fundamental en la formación de tejidos, el crecimiento muscular y el desarrollo del sistema inmunológico. “Las fuentes más recomendadas de proteínas incluyen carnes magras como pollo, vaca o cerdo; pescados; legumbres, como lentejas, garbanzos y porotos; huevos y productos lácteos, como yogur y quesos”, agrega la Lic. Cabreriso.

Según un informe reciente de la Fundación Interamericana del Corazón y UNICEF, en Argentina se consume solo el 20% de las cantidades recomendadas de frutas y verduras. Además, 8 de cada 10 niños y niñas no incorporan las tres porciones de lácteos recomendadas diariamente, el 70% no cubre la ingesta diaria de calcio y más del 90% tiene déficit de vitamina D.
Este último elemento es clave para la absorción del calcio, fortalecer el sistema inmunológico, y apoyar el funcionamiento de los sistemas nervioso y muscular. Se encuentra en alimentos fortificados, como la leche y el yogur; en la yema de huevo; en el queso y en pescados grasos como el atún, el salmón y la caballa. La exposición solar (10 a 15 minutos diarios) también es una fuente importante de vitamina D.
“Consumir tres lácteos por día tal como recomiendan las GAPAs (Guías alimentarias para la población argentina) asegura cubrir la ingesta necesaria de calcio y vitaminas. El calcio que aportan los alimentos de origen vegetal (brócoli, semillas, almendras) es de menor biodisponibilidad y no se llegan a consumir las cantidades de esos alimentos que permitirían equiparar el aporte de los lácteos”, dice Rodrigues Cambao.
Algunas investigaciones recientes arrojaron más resultados preocupantes: mientras que el 60% de los argentinos redujo las golosinas y el 54% la comida rápida por cuestiones de costos, ese mismo bolsillo flaco le pone límite a los hábitos saludables.
La Encuesta Worldviews, elaborada junto con Voices! en Argentina, recogió este año las perspectivas y creencias de 35.515 personas en 40 países. En el marco del Día Mundial de la Nutrición, celebrado el mes pasado, los resultados determinaron que junto con esa merma de comidas poco recomendables en cantidades excesivas, en el país bajó también un 31% el consumo de carnes y un 27% el de leches y lácteos.

Constanza Cilley, Directora Ejecutiva de Voices! y responsable del estudio en el país, afirma: “Los datos de Argentina revelan una tensión cada vez más marcada entre el deseo de llevar una alimentación más saludable y los condicionamientos económicos que lo dificultan. Si bien se observan avances en términos de conciencia alimentaria, especialmente entre mujeres y personas de mayor edad, la caída en el consumo de alimentos frescos entre los sectores más vulnerables expone un problema estructural que requiere respuestas urgentes desde las políticas públicas y el acceso a alimentos nutritivos”.
Para superar la neofobia alimentaria, los expertos sugieren estas 7 estrategias:
- Entorno social positivo: propiciar que la alimentación se dé en un marco de encuentro familiar, en un espacio seguro, alegre, de disfrute compartido. Se debe evitar instalar una confrontación entre el niño o niña y el plato de comida.
- Combinación con alimentos preferidos: combinar nuevos alimentos con aquellos que los niños ya disfrutan puede facilitar la aceptación. Por ejemplo, el yogur puede ser una excelente base para incorporar frutas y cereales pero también para usarlo como aderezo en ensaladas o como salsa en platos con verduras, legumbres y hortalizas.
- Exposición repetida: introducir repetidamente un nuevo alimento en pequeñas cantidades y en diferentes formas de cocción o preparación puede aumentar la disposición del niño a probarlo y, eventualmente, a aceptarlo. La aceptabilidad aumenta tras 8 a 10 exposiciones.
- Participación en la preparación de alimentos: involucrar a los niños y niñas en la cocina los ayuda a tener contacto con ese alimento, sentirlo, tocarlo, olerlo, conocerlo e ir perdiendo el miedo a probarlo. Siempre hay que garantizar que no haya elementos peligrosos a mano (fuego, cuchillos).
- Imitación: la observación de adultos o hermanos comiendo y disfrutando de los alimentos estimula al niño a consumirlos. “El rechazo es una estrategia adaptativa para evitar alimentos nuevos potencialmente peligrosos, pero es algo que los seres humanos resuelven observando y copiando las dietas de otros, lo que sugiere la existencia de un componente de aprendizaje social en las preferencias alimentarias y también la posibilidad de intervenir”, explica la doctora Rodrigues Cambao.
- Variedad: proporcionar tres alimentos nuevos diferentes tres veces cada uno, alternándolos entre días, incrementa la aceptabilidad de los alimentos nuevos más que ofreciéndolos durante tres días consecutivos.
- Favorecer conductas positivas: seleccionar comidas adecuadas a la edad del niño o niña, favorecer la alimentación autónoma; tolerar conductas propias de la edad (por ejemplo, que se ensucie); evitar distracciones (por ejemplo, pantallas) durante las ingestas; mantener una actitud tranquila y neutra al alimentarlos; armar rutinas con lugar y horarios pautados y limitar el tiempo de cada comida a no más de 30 minutos.
Ante niños y niñas con alta selectividad, y a pesar de estas estrategias de abordaje integral y a tiempo, en algunos casos se necesita la incorporación de suplementos nutricionales para asegurar una alimentación completa.
Tal como describe la Dra. Paula Guerra, médica pediatra, especialista en nutrición, “el seguimiento pediátrico cobra un rol crucial. La evaluación sistemática de las curvas de crecimiento permite identificar a tiempo desvíos por estancamiento o pérdida de peso. Además, conversando en el consultorio sobre hábitos nutricionales, se pueden detectar presuntas complicaciones como bajo consumo de alimentos, escasa calidad nutricional o dietas poco variadas”.
Niños con conductas alimentarias restrictivas pueden presentar pérdida de masa muscular incluso antes de que sus padres adviertan un problema.
“El abordaje de estos cuadros debe ser individualizado e interdisciplinario. Incluye una evaluación clínica y psicosocial integral, estrategias conductuales y, en caso de ser necesario, la indicación de suplementos nutricionales que ayuden a cubrir los requerimientos sin reemplazar la alimentación habitual”, indica la doctora Guerra.
Fuente: TN

