La baja de un 60,8% en los homicidios en Rosario durante el primer semestre de 2024 es más profunda de lo que el propio gobierno de Maximiliano Pullaro imaginó cuando asumió el 10 de diciembre pasado, bajo la urgencia de cumplir con uno de los principales ejes de campaña.
El salto en las cifras es intenso: de 160 asesinatos en los primeros seis meses de 2023 a 59 este año. Pero lo más llamativo son algunos argumentos que esgrime el gobernador, que provocaron este shock contra la violencia.
Pullaro pone en un lugar de peso el trabajo de los pastores evangélicos, tanto en las cárceles como en los barrios, donde realizan una tarea evangelizadora, con más de 15.000 religiosos que salen a las calles casi a diario.
Cuando el gobernador explica el fenómeno, con un fuerte nivel de convencimiento, del otro lado aparece cierta sorpresa. No es usual ese razonamiento. Lo que no está en discusión son las estadísticas, con un descenso más acentuado de los asesinatos en la última década.
Los motivos que explican la baja de los homicidios en Rosario
Como AIRE explicó el 9 de junio pasado, hay varias razones que explican la baja de homicidios, entre los que se encuentran los mayores controles en las cárceles, sobre todo con los reclusos de alto perfil, el incremento de los patrullajes, los cambios en la Justicia, tanto provincial como federal, y la aplicación de la llamada desfederalización del narcomenudeo.
A lo que se suma, como indican distintas fuentes, una mayor incidencia en la regulación de la venta de drogas por parte las fuerzas de seguridad. Pero lo que sorprende es que este plano, más cercano a lo religioso y místico, también esté en el debate.
Además de endurecer los controles en las cárceles, desde el gobierno de Santa Fe señalan como positivo el accionar de los pastores evangélicos.
En torno al gobernador de Santa Fe piensan que en Rosario el crimen organizado tiene un sustento místico que creció en los últimos años, con la veneración de “santos” paganos a los que, incluso, se le llegó a ofrendar la muerte de personas.
Uno de ellos es San La Muerte, repiten, un fenómeno que se impuso en desde hace por lo menos dos décadas en países que atraviesan problemas endémicos con la violencia, como Colombia, Venezuela, México, y Ecuador, donde es frecuente el sostén místico de los criminales.
El 21 de noviembre pasado, la escenografía morbosa de un doble crimen era un mural recién pintado de San La Muerte, o como le llaman en México, la Niña Blanca. En medio de casas precarias, mugre y yuyos, lo único que se destacaba era el mural de la calavera con la guadaña. Ese día fueron asesinados de decenas de tiros Francisco García y Karina Ferreyra. Ambos tenían 23 años y manejaban un búnker, que después del crimen fue incendiario en el barrio Gráfico. Ese mural tenía una razón en ese lugar, que se alimentaba con violencia y con sangre.
Los santuarios para venerar a estas figuras paganas se diseminan por toda la ciudad y también dentro de las cárceles, donde ahora se controla en las requisas que no se realicen altares de este tipo. Lo que exaltan en torno al gobernador es que los pastores generaron cambios en los comportamientos de jóvenes que provocaron un reguero de sangre en Rosario.
San La Muerte, Los Monos, la cárcel y los sicarios
Hace poco más de un mes un pastor evangélico que visita de manera frecuente el pabellón de alto perfil N°27 de Piñero recibió una carta. Era de un grupo de presos, a los que apodaban “los diablos”. La carta la había escrito de puño y letra uno de los narcos más violentos de Rosario, Matías César, a quien se lo conoce en el mundo criminal como Pino.
Este muchacho de 27 años, que se sacaba fotos con cadenas que le colgaban del cuello con dijes de San La Muerte, cumple una condena a 20 años de prisión por balear en nombre de la banda de Los Monos residencias de jueces y edificios judiciales.
El culto por San La Muerte, entre las motivaciones que mueven a los sicarios en Rosario.
Matías César fue uno de los responsables de desangrar la zona oeste de Rosario, con enfrentamientos con una franquicia de Esteban Alvarado, liderada por Francisco Riquelme. Todos estaban presos y ordenaban a sus sicarios reventarse a tiros para controlar el territorio.
Matías César encarna además una historia familiar atravesada por las balas que pertenecían a quienes luego él sirvió, como Ariel “Guille” Cantero. Porque cuando “Pino” tenía 14 años, Los Monos acribillaron a su familia. Él después se enroló y estuvo bajo las órdenes de los ejecutores de esa masacre familiar que ocurrió en 2013.
Dos días después del crimen de Claudio “Pájaro” Cantero, Los Monos salieron a vengar su muerte de manera desenfrenada. Uno de los apuntados por mensajes que les llegaban por Facebook era Milton César, un pibe del barrio La Tablada que era apuntado como uno de los posibles sicarios.
La información era falsa, pero a los César Los Monos les mataron a Nahuel y Norma, hermano y madre y su pareja, frente a una escuela en Francia y Acevedo. Años después, Matías César, primo de Milton, se enroló en la banda de los asesinos de su propia familia.
En la carta que le escribió al pastor que visita Piñero le contó que hace “ocho meses dejó la vieja vida”, aquella recargada con balas, sicarios y muerte. “Hasta el 9 de octubre de 2023 veneraba a San La Muerte. Durante seis años fui devoto de San La Muerte, de la magia negra y la macumba. Por el diablo mataron a mi padre en abril de 2020. Me autodestruí y también mi familia”, cuenta el recluso en la carta, en la que manifiesta que junto a otros siete presos de alto perfil abandonaron esos ritos.
Los pastores evangélicos y el gobierno de Pullaro
Es difícil de creerle a una persona que provocó crímenes y destruyó familias enteras al ordenar ejecuciones desde la cárcel. Los pastores que trabajan con los presos tienen otra mirada.
Oscar Sensini, que lidera “El Redil de Cristo” y trabaja desde hace 30 años en las prisiones, señala en diálogo con AIRE que “el quiebre de las personas es cuando llegan al lugar más bajo”. El pastor, que trabaja en tres pabellones en Coronda, cuenta como anécdota de ese cambio, que uno de los expresidiarios que lo quiso secuestrar hoy es pastor.
La llegada de agentes federales a Santa Fe, enviados por el gobierno nacional, contribuyó al descenso de la violencia y los homicidios.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
“Hay gente que puede salir. Hay que tocarle no sólo el corazón sino la mente”, advierte. “Los líderes van al ingreso a convencer a los internos para que vayan a los pabellones evangelistas. Hay un periodo de prueba de 30 días. Tienen que cumplir todas las reglas. Si uno no ve que hicieron un cambio se van a otro pabellón. Es simple”, explica Sensini. “Es muy fuerte que muchos agentes del Servicio Penitenciario se hacen evangelistas porque ven lo que pasa con los presos”, apunta.
David Sensini, hijo de Oscar, también es pastor y es asesor ad honorem de la vicegobernadora Gisela Scaglia. Los pastores evangélicos ganaron terreno en el gobierno de Pullaro, con uno de los principales referentes en la provincia como es el diputado provincial Walter Ghione, un aliado incondicional de la actual gestión y uno de los impulsores de la reforma constitucional.
La influencia y la penetración que tiene este sector religioso en las cárceles y los barrios más golpeados por la violencia provocó que surgiera un interés y un compromiso de la política, en este caso del gobierno provincial, donde, por ejemplo, delegó en los evangélicos la Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones (APRECOD) y el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil, dos dependencias que atienden problemas complejos en Rosario.
En este momento político, recargado de pragmatismo y con horizontes difusos, aparece la necesidad de mostrar más resultados que ideas creativas, los evangélicos aportan un compromiso “militante” que no lo tiene ningún partido, no solo a nivel de volumen, sino también de resultados concretos.
Fuente: Aire Digital